La escoba voladora y el viento travieso

La escoba voladora y el viento travieso

La escoba voladora y el viento travieso

En un pequeño pueblo escondido entre las montañas y los valles verdes, donde el sol siempre parecía dibujar sonrisas con sus rayos, vivía una bruja joven y entusiasta llamada Aurora. No era como las brujas que los cuentos describen a menudo, sino una figura carismática, de pelo rojizo que ondeaba al compás del viento y ojos tan azules como el cielo en un día despejado. Su corazón era generoso, y su magia, aunque en ocasiones torpe, siempre estaba al servicio de sus vecinos.

Aurora pasaba sus días entre pócimas que curaban el mal de amores y hechizos que hacían reír a los niños. Pero su mayor tesoro era una escoba voladora antigua, que había sido de su abuela, una experta en vuelos y acrobacias aéreas. La escoba, que respondía al nombre de Estrella, era capaz no solo de surcar los aires sino también de comunicarse con Aurora a través de una especie de telepatía mágica.

Los primeros aleteos

Un día, mientras el pueblo se preparaba para el festival anual de la cosecha, una ráfaga de viento más fuerte y juguetón que de costumbre comenzó a hacer de las suyas. El viento era conocido entre los aldeanos como El Viento Travieso y le gustaba revolver el cabello de los paseantes, jugar con las hojas de los árboles y, de vez en cuando, tomar prestado algún sombrero que volvía a su dueño días más tarde, en el lugar más insospechado.

"¡Estrella, es hora de prepararnos para la exhibición de esta noche!", exclamó Aurora mientras se ponía su sombrero puntiagudo, que nunca se despegaba de su cabeza gracias a un hechizo de adherencia. "Hoy, haremos la danza de las estrellas fugaces, y todo el pueblo nos observará desde la colina."

La escoba asintió con su mango de madera reluciente y se colocó obedientemente junto a su dueña. Juntas, habían practicado durante semanas la coreografía que aquella noche presentarían bajo la luna creciente.

La travesura del viento

Al caer la tarde, se reunieron todos en la colina más altas del pueblo, ansiosos por ver el gran acto de Aurora. Regocijados por las bebidas de miel y los pastelillos de frutas del bosque, los aldeanos se sentaron sobre mantas dispuestas sobre la hierba fresca.

"Queridos amigos", comenzó Aurora con su voz cálida y melodiosa, "esta noche, verán algo que nunca han visto. Con la ayuda de Estrella, tocamos el cielo y rociaremos destellos de colores para que sus sueños sean siempre brillantes."

Pero justo en ese instante, un vendaval repentino sacudió el escenario natural. El Viento Travieso había decidido unirse al espectáculo sin invitación, y con un soplido potente, desvió a Estrella del rumbo planeado.

El público, sorprendido, soltó exclamaciones de asombro y preocupación. Aurora, sin embargo, mantuvo la calma. A pesar del sobresalto, comenzó un juego aéreo con el viento, como si esa fuera la actuación que hubiera preparado. En un acto de confianza y conexión, la bruja y su escoba danzaron al compás del aire inquieto que intentaba, sin maldad, ser parte de la celebración.

Rumbo a lo desconocido

Aurora y Estrella, elevadas por los caprichosos remolinos del Viento Travieso, se enzarzaron en un viaje improvisado sobre el pueblo y más allá de las montañas. El público, ahora cautivado, observaba sin parpadear cómo los tres amigos tomaban altura y luego descendían en rápidas espirales hasta casi tocar las copas de los árboles, para después remontar con velocidades que cortaban el aliento.

Tras varios minutos de acrobacias inesperadas, Aurora guió a Estrella hacia el suelo, buscando terminar ese peligroso pero emocionante espectáculo. Con una reverencia y una sonrisa, anunció: "¡El Viento Travieso nunca había sido parte de mi acto, pero esta noche, nos ha recordado que en la vida las sorpresas nos esperan a cada vuelo!"

La multitud estalló en aplausos y vítores. Los niños reían emocionados y los adultos compartían miradas de alivio y admiración. La noche del festival se convirtió en una de las más memorables gracias a la sinergia entre la bruja, su escoba y el viento que, al final, también quería ser admirado.

Aurora comprendió esa noche que incluso las fuerzas más traviesas de la naturaleza podían ser aliadas si se les daba la oportunidad de mostrarse. El Viento Travieso soplaba ahora más suave, como si estuviera complacido con la aventura y la lección aprendida.

Reflexiones sobre el cuento "La escoba voladora y el viento travieso"

En esta historia, hemos volado junto a Aurora y su leal escoba Estrella, a través de una aventura que abraza la espontaneidad y la belleza de lo inesperado. Junto al Viento Travieso, aprendimos que a veces es necesario dejar que la vida nos sorprenda, y que en la respuesta a esos acontecimientos imprevistos pueden surgir momentos inolvidables y aprendizajes valiosos.

Este cuento se tejió con la intención de entretener y fomentar la imaginación de los más pequeños, invitándoles a ver más allá de las dificultades y a encontrar alegría en las pequeñas travesuras del día a día. Es un recordatorio de que en la unión y en la aceptación de lo que no podemos controlar, a menudo reside la verdadera magia.

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Lucía Quiles López

Lucía Quiles López es una escritora y cuentacuentos apasionada, graduada en Literatura Comparada, que ha dedicado gran parte de su vida a explorar diferentes formas de narrativa y poesía, lo que ha enriquecido su estilo de escritura y narración.Como cuentacuentos, ha participado en numerosos festivales locales y talleres en bibliotecas, donde su calidez y habilidad para conectar con el público la han convertido en una figura querida y respetada.Además de su trabajo como cuentacuentos, Lucía es una colaboradora habitual en revistas literarias y blogs, y actualmente está trabajando en su primer libro de cuentos.

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