La máquina del tiempo

Cuento: La máquina del tiempo

La brisa matutina mecía las hojas de los grandes árboles y el sol apenas empezaba a asomarse por el horizonte cuando Lucas, un joven con una curiosidad insaciable y cabellos tan negros como la obsidiana, se aventuró por los rincones más escondidos del desván de su abuelo.

A su lado, Valeria, una chica de mirada penetrante y mente aguda, se sumergía en cada libro polvoriento que encontraban, ansiando descubrimientos.

Entre ellos, un entrañable vínculo de amistad y aventura; eran compañeros de clase en el Instituto La Esperanza, conocidos por su pasión por los misterios y las leyendas urbanas.

Esa mañana, sin embargo, algo en el aire presagiaba que su cotidianidad estaba a punto de ser irrumpida.

Mientras despejaban un rincón apartado, un zumbido sutil llenó la habitación.

Ante sus ojos estaba la silueta cubierta de sábanas de lo que parecía, inverosímil pero cierto, una máquina del tiempo.

Su estructura metálica reflejaba los primeros rayos del sol, y los intrincados patrones grabados en su superficie se entrelazaban con enigmas de la antigüedad.

"¿Lucas, esto es lo que creo que es?" Valeria preguntó, la voz temblorosa pero emocionada.

Lucas, con ojos tan amplios como la luna llena, asintió lentamente. "Creo que así es, Valeria.

Es la leyenda que mi abuelo me contaba, donde los guerreros del tiempo desafiaban las eras", respondió, su imaginación encendida por la leyenda convertida en realidad.

La curiosidad de los jóvenes se transformó rápidamente en acción.

Después de estudiar cuidadosamente la máquina, descubrieron un panel que parecía esperar su toque. Valeria, cuyos dedos siempre habían danzado con destreza sobre las teclas del piano, tecleó una combinación que parecía correcta.

Y así, con un estremecimiento que recorrió el aire, la máquina cobró vida, proyectando un halo de luz que parecía abrir una puerta a lo desconocido.

Primer salto en el tiempo

Atravesaron la puerta lumínica con la determinación de aquellos que se saben protagonistas de su propia historia.

Pero nada los habría preparado para el mundo que les esperaba: un paisaje donde colosos de la prehistoria, dinosaurios de todas formas y tamaños, convivían en una armoniosa cacofonía de rugidos y colores.

La flora, exuberante y desconocida, era un lienzo verde que desafiaba las leyes de la botánica moderna.

"¡Es imposible! ¿Dónde... cuando estamos?" Lucas murmuró, maravillado por la vista ante sus ojos.

Valeria, siempre la primera en articular pensamientos, respondió: "Lucas, ¡estamos en la era Mesozoica! ¡La época de los dinosaurios!"

Su asombro inicial fue rápidamente reemplazado por un instinto de supervivencia.

Los rugidos cercanos indicaban que no estaban solos y que aquel era un mundo donde el peligro acechaba en cada sombra.

Sin embargo, la adrenalina se mezclaba con la emoción, y sus jóvenes corazones latían al ritmo de la aventura más grande que jamás hubieran imaginado.

Encuentros inesperados

Mientras trataban de volver a la máquina, un encuentro inesperado cambió el rumbo de su aventura.

Una criatura sin igual, con plumas que refractaban la luz como mil arcoíris, se paró frente a ellos. Un Troodon, pensativo y con ojos llenos de curiosidad.

Valeria, cuyos estudios en biología eran su orgullo, susurró: "No se supone que sea tan... ¿inteligente?"

La criatura, como si comprendiera su asombro, emitió un sonido suave, que sonaba casi como una pregunta.

Las leyendas antiguas hablaban de los dinosaurios como bestias, pero aquel ser frente a ellos era otra cosa, una entidad con la que podían comunicarse.

Y así, nació una amistad tan insólita como maravillosa entre especies separadas por millones de años.

Los días pasaron, y la vida entre los dinosaurios resultó ser una odisea de descubrimiento y entendimiento.

Lucas y Valeria aprendieron a comprender los patrones de la fauna prehistórica, y el Troodon que llamaron Félix, les mostró que la empatía y la conexión trascienden la barrera del tiempo.

El desafío final

Su estancia entre esos gigantes del pasado no fue eterna, y una prueba final aguardaba.

La máquina del tiempo, su única vía de retorno, había sido descubierta por una manada de curiosos triceratops, que con su tosquedad habían dañado parte de su mecanismo.

Lucas, con su habilidad para resolver problemas, se sumergió en la tarea de reparar el daño.

"Tenemos que volver antes de que nuestra presencia aquí cambie algo que no debería ser cambiado", dijo Valeria, mirando con preocupación el cielo que se cargaba de amenazantes nubes eléctricas.

La tarea de reparación resultó ser una carrera contra el tiempo, donde cada segundo contaba.

Usando piezas de la flora y la ayuda inesperada de sus amigos prehistóricos, reconstruyeron lo que parecía irremediablemente perdido.

Y cuando el último rayo de luz artificial se fundió con la naturaleza salvaje, Lucas y Valeria, acompañados por Félix, atravesaron el umbral de regreso a su era.

El regreso inesperado

Los esperaba la penumbra familiar del desván, pero algo había cambiado.

No en el mundo que los rodeaba, sino en ellos.

Habían tocado un hilo de la vasta tela del universo, trenzado con los hilos del pasado y el presente.

"Félix... ¿habrás entendido el valor de la amistad como nosotros a ti?" preguntó Valeria, una lágrima asomándose en el rincón de su ojo.

Lucas, con una sonrisa melancólica y sabia, respondió: "Algo me dice que sí, Valeria. Algo me dice que sí."

Mientras salían del desván, una serie de fotos antiguas cayeron detrás de ellos.

Al recogerlas, Lucas descubrió una imagen que congeló su sangre: allí estaba Félix, plasmado en sepia junto a su abuelo, como si siempre hubiera formado parte de esa extraña y maravillosa familia de viajeros en el tiempo.

Reflexiones sobre el cuento "La máquina del tiempo"

En esta aventura onírica y trascendental, Lucas y Valeria nos han transmitido una lección imperecedera.

Nos han recordado que la curiosidad, el valor y la amistad son las llaves que pueden abrir las puertas más impenetrables, las que conducen no solo a mundos desconocidos, sino a rincones inexplorados de nuestro ser.

Se nos insta a mirar más allá de nuestras preconcepciones, a encontrar la belleza y la conexión en todas las formas de vida, y a abrazar el misterio de la existencia con valentía y apertura de corazón.

El viaje a través del tiempo se transforma en un espejo, reflejando la esencia intemporal de lo que significa ser humano.

Lucía Quiles López y sus cuentos largos

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Lucía Quiles López

Lucía Quiles López es una escritora y cuentacuentos apasionada, graduada en Literatura Comparada, que ha dedicado gran parte de su vida a explorar diferentes formas de narrativa y poesía, lo que ha enriquecido su estilo de escritura y narración. Como cuentacuentos, ha participado en numerosos festivales locales y talleres en bibliotecas, donde su calidez y habilidad para conectar con el público la han convertido en una figura querida y respetada. Además de su trabajo como cuentacuentos, Lucía es una colaboradora habitual en revistas literarias y blogs, y actualmente está trabajando en su primer libro de cuentos.

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