La princesa y el dragón de la montaña susurrante

La princesa y el dragón de la montaña susurrante

En un reino lejano, cubierto de valles verdes y montañas azules, la joven princesa Catalina despertaba con la luz del amanecer que se filtraba por las finas cortinas de su alcoba. Ella, de cabellos oscuros como la noche y ojos brillantes cual estrellas fugaces, poseía un espíritu tan vibrante que a menudo escapaba de los límites del castillo para explorar el emocionante mundo exterior.

Su padre, el rey Fernando, un hombre afable y justo, siempre le había enseñado a amar su tierra y a las gentes que en ella habitaban. Junto a ellos estaba la reina Sofía, una mujer de corazón bondadoso y sabiduría inmensa, que comprendía el mundo a través de los antiguos libros de la gran biblioteca del castillo.

La historia comienza una mañana, cuando la princesa Catalina descubrió una antigua leyenda sobre un dragón que habitaba la cercana Montaña Susurrante. Según decían, este dragón poseía el secreto de la eterna felicidad, pero nadie había osado acercarse a él por temor a su majestuoso y aterrador poder.

El primer encuentro

"Querida Catalina –le dijo el rey una mañana mientras paseaban por los jardines del palacio–, es menester que todo habitante del reino mantenga un corazón valiente frente a los desafíos."

Intrigada por la leyenda y animada por las palabras de su padre, Catalina decidió que sería ella quien desentrañaría el misterio del dragón. Así, ataviada con su vestido más resistente y acompañada solo por su fiel corcel, Alazán, partió en dirección a la temida montaña. Su mente bullía de preguntas y su corazón de valentía pura.

Cuando la Montaña Susurrante se alzó ante ella, Catalina sintió por primera vez el peso de la incertidumbre. La montaña parecía estar viva, susurros incomprensibles danzaban con el viento entre las rocas y la vegetación. Tras varios días de ascenso, la princesa y su montura llegaron finalmente al punto donde la leyenda cobraría vida.

La verdad de la leyenda

De repente, un vasto silencio se adueñó del lugar y emergió ante ellos una inmensa figura escamosa que despedía un calor abrasador. Era el dragón, cuyos ojos semejaban dos rubíes incandescentes y su aliento, el del fuego más puro. Catalina, aunque asustada, recordó las palabras de su padre y mantuvo su compostura.

El dragón habló en un dialecto antiguo que, sorprendentemente, Catalina comprendió gracias a las enseñanzas de su madre. "¿Quién se atreve a perturbar mi eterno descanso?", dijo la criatura. Con voz temblorosa pero clara, Catalina respondió: "Soy Catalina, princesa de las tierras que descansan a tus pies. He venido en busca del secreto de la eterna felicidad."

"¡Ah, la eterna felicidad! –exclamó el dragón en un tono que hizo vibrar el suelo–. Pocos entienden que tal dicha reside en el corazón mismo de cada ser y no en tesoros ni en cuentos. Princesa, te propondré tres pruebas. Si las superas, te revelaré mi sabiduría."

Las pruebas del corazón

La primera prueba consistía en escalar la más peligrosa de las rutas sin más ayuda que su propia voluntad. La segunda, en descifrar un acertijo cuya solución se encontraba en un acto de pura empatía. La tercera, en encontrar el valor para perdonar al peor enemigo del reino, un acto que demostraría la grandeza de su alma.

Las pruebas demandaron de Catalina más de lo que jamás había pensado dar. Su cuerpo y su mente enfrentaron desafíos que pusieron a prueba su resistencia y su ingenio. Sin embargo, su corazón siempre encontró la respuesta, guiado por el amor que sentía por su pueblo y su familia.

"Has demostrado tener un corazón noble, digno de la felicidad eterna –dijo el dragón con un tono más amable al presenciar el desenlace de la última prueba–. Pero la verdadera lección es que la felicidad no es un destino, sino un viaje constante que se nutre de actos de bondad y amor."

La despedida

Revelada la verdad, Catalina comprendió que su aventura había sido el verdadero secreto. Regresó al reino llenando sus días de las acciones que el dragón había engrandecido como valiosas: el valor, la perseverancia, la empatía y el perdón.

El reino entero celebró la vuelta de Catalina, quien narró su aventura y las palabras del dragón. El rey Fernando y la reina Sofía abrazaron a su hija, llenos de orgullo y sabiendo que su esencia había cambiado para siempre. La felicidad se respiraba en cada rincón y parecía tan eterna como la propia Montaña Susurrante.

Con el tiempo, el dragón se convirtió en protector del reino, pues había detectado un corazón puro en la princesa. Pero lo que nadie esperaba, ni la misma Catalina, era que un día, al despertar, encontró una pequeña y escamosa cría de dragón a los pies de su cama. Una amistad inaudita y mágica que solo presagiaría años de prosperidad y paz para todos.

Reflexiones sobre el cuento "La princesa y el dragón de la montaña susurrante"

La fábula de la princesa Catalina nos recuerda que la felicidad no es un tesoro escondido, ni un secreto que guardar, sino una serie de elecciones valientes que hacemos cada día. A través del amor, la empatía y el perdón, podemos transformar nuestra realidad y la de quienes nos rodean. Este cuento es un homenaje a la fortaleza del espíritu humano y un llamado a encontrar la magia en los actos más simples de nuestras vidas.

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Lucía Quiles López

Lucía Quiles López es una escritora y cuentacuentos apasionada, graduada en Literatura Comparada, que ha dedicado gran parte de su vida a explorar diferentes formas de narrativa y poesía, lo que ha enriquecido su estilo de escritura y narración. Como cuentacuentos, ha participado en numerosos festivales locales y talleres en bibliotecas, donde su calidez y habilidad para conectar con el público la han convertido en una figura querida y respetada. Además de su trabajo como cuentacuentos, Lucía es una colaboradora habitual en revistas literarias y blogs, y actualmente está trabajando en su primer libro de cuentos.

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