Los sueños del manzano y la luna que cuidaba

Los sueños del manzano y la luna que cuidaba

En un valle bañado por la luz de la luna, donde los perfumes de la flores silvestres embriagaban hasta al más puro de los vientos, vivían seres cuyas historias aún no habían sido contadas. Este relato tiene como protagonistas a dos insólitos amigos: Alana, la luna curiosa y Nevado, un manzano singular. Alana, desde su alto trono nocturno, acunaba con su brillo a todo el valle de Pradosueño, pero tenía especial fascinación por el manzano, que era tan viejo como el tiempo mismo. Nevado, el manzano, desplegaba ramas robustas y hojas vivaces que teñían el lugar de verde incluso en la más fría de las estaciones.

El inicio de esta aventura se marca con una conversación entre la luna y el árbol. Cada anochecer, cuando el mundo de los hombres se sumía en el sueño y la penumbra de la noche envolvía el valle, Alana descendía un haz de plata que conectaba sus almas. "Querido Nevado, ¿cómo te encuentras esta noche?", susurraba la luna con su voz de nácar. A lo que el manzano, con el lenguaje de susurros del follaje y crujidos sabios, respondía, "Sereno, mi amiga, me cuido de los secretos que guardan mis raíces".

Una noche, algo cambió en la atmósfera del valle. Una estrella fugaz cruzó el firmamento, rasgando el manto negro y dejando tras de sí un rastro de posibilidades. Con un estremecimiento, Nevado notó que uno de sus manzanos, el más rojo y brillante, había comenzado a temblar. "Alana, mi querida guardiana, mi fruto más precioso parece desear emprender un viaje," musitó el manzano, con una mezcla de orgullo y temor en su voz arbórea.

"Entonces, dejemos que siga su destino", contestó Alana iluminando la manzana con una luz que solo se podía encontrar en los sueños. Y así, bajo la bendición lunar, el fruto se desprendió suavemente, rodando por la colina hacia un futuro incierto, pero incuestionablemente mágico. Mientras tanto, en las profundidades del valle, criaturas de todas las formas y colores miraban con asombro mientras la manzana continuaba su travesía, siempre acompañada por el resplandor de Alana.

Aventuras en Pradosueño

Fue entonces que Sabela la ardilla emergió de su agujero arbóreo, con los ojos llenos de asombro, observando el paso de la manzana. "¿Qué será esta maravilla que atraviesa la noche?", se preguntaba mientras trepaba rápidamente para tener una mejor vista. No obstante, su curiosidad innata tomó la mejor de ella, y antes de darse cuenta, estaba siguiendo al fruto en una persecución juguetona por el valle, ajena al destino que compartirían.

Mientras avanzaba, la manzana se encontró con Talo, el conejo soñador, quien pasaba sus noches ideando aventuras al calor de su madriguera. La luz que la envolvía lo despertó, y Talo, con los ojos brillantes de emoción, salió a seguirla. "¡Una señal del cielo!", exclamó. "Debo seguirla; quién sabe qué fortuna o aventura me espera al final de este camino de luz!"

El recorrido mágico

La manzana, Sabela y Talo, se sumergieron en una travesía que los llevó a cruzar riachuelos susurrantes y valles escondidos. Al mismo tiempo, Alana y Nevado contemplaban esta alborotada expedición desde sus respectivos dominios, preguntándose qué lecciones traería el amanecer a sus queridos aventureros.

Al cruzar un riachuelo que reflejaba el gentil bailar de Alana sobre el agua, la manzana se detuvo. Era como si hubiera alcanzado su destino. Sabela y Talo, sorprendidos y sin aliento, se reunieron alrededor del resplandeciente fruto, esperando entender el propósito de aquella odisea nocturna.

El encuentro inesperado

De repente, desde las sombras juguetonas de la noche, apareció Velina, la zorra astróloga, con ojos sagaces y el pelaje teñido con los misterios del cosmos. "La manzana del manzano de Nevado, guiada por la luz de Alana, ha encontrado su lugar entre nosotros", afirmó con una sonrisa astuta. "No es solo una manzana, es un regalo del cielo y de la tierra, un recordatorio de que cada uno de nosotros tiene un camino iluminado por las estrellas."

La manzana comenzó a brillar más intensamente, casi etérea, y de su interior surgió una melodía que parecía articularse con los suspiros de la noche. Tanto los animales como la flora del valle se reunieron, como si un llamado ancestral los hubiera convocado alrededor de la manzanita.

La revelación

En ese instante de perfecta armonía, la manzana se abrió, revelando en su corazón un pequeño y brillante brote. "Es una semilla estelar", murmuró Velina, con sus ojos centelleantes de emociones, "lista para echar raíces y crecer aquí, entre nosotros, bajo la mirada atenta de Alana y el cuidado de Nevado." Talo y Sabela, ahora conscientes de su propósito, se comprometieron a cuidar del nuevo miembro de Pradosueño.

Un amanecer de promesas

Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a acariciar el cielo del alba, los habitantes del valle, cargados de esperanza y renovado asombro, regresaron a sus hogares, dejando atrás un lecho de hojas donde el brote podría descansar y fortalecerse. Alana, antes de retirarse, lanzó una última caricia lunar al nuevo ser, asegurándose de impregnarlo de sus deseos más profundos: crecer, florecer y convertirse en un nuevo guardián de los secretos del valle.

Nevado, el manzano, sintió una satisfacción que no conocía desde hacía siglos, sabiendo que su manzana, ahora transformada en una promesa de vida, continuaría la historia de Pradosueño. Con un suspiro que se confundía con el crujir de las hojas al ser acariciadas por la brisa matutina, se preparó para seguir observando el mundo, esta vez con la alegría y la curiosidad renovadas por los vínculos creados en esa noche mágica.

Reflexiones sobre el cuento "Los sueños del manzano y la luna que cuidaba"

Este cuento ha tejido una historia donde la amistad y la curiosidad se alzan como los protagonistas que guían a los personajes por senderos de misterio y maravilla. La luna, el manzano y las criaturas del valle nos enseñan que, en la oscuridad más profunda, hay siempre una luz que nos invita a seguir adelante, a confiar en el camino poco andado y a descubrir la magia escondida en el latir del universo. Es un cuento que busca susurrar a los corazones más puros, aquellos que late en nuestros pequeños oyentes, para que sueñen con un mundo donde lo imposible es el comienzo de todas las aventuras posibles.

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Lucía Quiles López

Lucía Quiles López es una escritora y cuentacuentos apasionada, graduada en Literatura Comparada, que ha dedicado gran parte de su vida a explorar diferentes formas de narrativa y poesía, lo que ha enriquecido su estilo de escritura y narración. Como cuentacuentos, ha participado en numerosos festivales locales y talleres en bibliotecas, donde su calidez y habilidad para conectar con el público la han convertido en una figura querida y respetada. Además de su trabajo como cuentacuentos, Lucía es una colaboradora habitual en revistas literarias y blogs, y actualmente está trabajando en su primer libro de cuentos.

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