El viento que cuenta historias de amores eternos

El viento que cuenta historias de amores eternos

En una tierra bañada por la luz de un atardecer eterno, donde los dinosaurios aún trazaban su destino junto a las civilizaciones emergentes, vivían Valentina y Leo. Ella, una hábil botánica, se distinguía por su ingenio y sus dedos verdes; capaces de hacer florecer la vida con solo un susurro al viento. Él, un valeroso guardián, cuyo porte desafiaba al mismísimo tiempo, proyectaba seguridad con cada paso que daba.

Desde la infancia, compartían un lazo inquebrantable, reforzado por aventuras y travesuras en las que su identidad y su amor nunca precisaron etiquetas para ser verdad. Sus corazones se comprendían mas allá de las palabras, mas allá del silencio.

Cierta noche, mientras el viento susurraba melodías ancestrales, una predicción interrumpió la paz del poblado: "El alma de la tierra se perderá en manos del olvido si el corazón verdadero no supera la prueba del Gran Eclipse." A esa sola voz, Valentina y Leo entendieron que su amor enfrentaría la mayor de las pruebas.

El secreto del viento

Al amanecer, ambos emprendieron un viaje hacia las Montañas Susurrantes, lugar donde, según las leyendas, los vientos convergían para tejer el destino. Durante el trayecto, se encontraron con Mila, un pterosaurio de vistoso plumaje, que entabló amistad y les ofreció su sabiduría. "El viento me ha hablado de ustedes", dijo con una voz cantarina.

"¿Cuál es el secreto del viento, sabia Mila?", preguntó Leo, atrapando las corrientes en su mirada.

"El viento cuenta que solo un amor puro y desinteresado puede superar la prueba del Gran Eclipse. Y veo esa pureza en sus ojos", respondió Mila, posándose en el hombro de Valentina.

El umbral de los sueños

Guiados por el rumbo que sus corazones les marcaban, llegaron al umbral de un bosque encantado. Se decía que aquel que caminara por sus senderos encontraría reflejos de su alma en cada hoja y piedra, y al atravesar su corazón, se confrontaría con sus propias verdades.

Con la luna como testigo, el trío se adentró, encontrándose con espejos de agua y roca que les mostraban momentos clave de su unión, instantes dulces y amargos. "Cada paso es un recuerdo, cada recuerdo, un tesoro", murmuró Valentina, mientras su mano encontraba refugio en la de Leo. Juntos, reafirmaron su amor en cada reflejo, sellando sus promesas en el corazón latente del bosque.

La prueba del Gran Eclipse

Cuando finalmente llegaron a las Montañas Susurrantes, el cielo comenzó a oscurecerse mientras el sol y la luna danzaban en un eclipse anunciado por las eras. El viento, ya no un susurro, rugía con la fuerza de mil historias.

Una presencia se manifestó frente a ellos, tan antigua como el tiempo mismo, mostrando el rostro de sus miedos. "Solo uno puede cruzar el umbral del eclipse. ¿Quién será?", resonó en el aire con un tono de desafío.

Valentina y Leo, con las manos entrelazadas, comprendieron lo que tenían que hacer. "No lo enfrentaremos solos. Juntos somos uno", dijeron a una sola voz, decididos a enfrentar la prueba como siempre lo habían hecho: unidos.

Vislumbraron en el corazón oscuro del eclipse, la verdadera esencia de su amor. Era como un farol que iluminaba la sombra, como un río bravío que rehúsa ceder ante la piedra.

El ser antiguo oservaba en silencio, contemplando el poder que ni el tiempo podía doblegar. La prueba no era superar el temor de perderse uno al otro, sino la certeza de que su amor transcendía la individualidad.

Cuando el eclipse terminó, reveló no solo un cielo estrellado, sino también un jardín próspero en el lugar donde antes se erguían las Montañas Susurrantes. La predicción se había cumplido y el alma de la tierra se reencontró con el canto del viento.

La recompensa del destino

"Su amor ha templado el caos de mi ser", declaró la entidad ancestral, regalándoles un pequeño gemelo de luna y sol entrelazados. "Este amuleto será testimonio de su unión, una alianza más allá de los siglos."

Valentina y Leo, con una sonrisa complice, abrazaron a Mila y juntos contemplaron el nuevo jardín, un símbolo de la vida que florecería gracias a la fuerza de su amor.

El viento, ahora una caricia, seguía narrando historias de amores eternos, tan inquebrantables como aquel atardecer eterno que los cobijaba.

Reflexiones sobre el cuento "El viento que cuenta historias de amores eternos"

Este cuento, nacido del susurro gentil del viento y tejido con la esperanza de un amor imbatible, busca traer calma a la hora de descansar. Nos adentra en un mundo donde los amores eternos son protagonistas de hazañas emocionales que despiertan el alma y nos recuerdan que, en la unidad, en el valor de enfrentar juntos cada desafío, reside la verdadera fuerza.

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Lucía Quiles López

Lucía Quiles López es una escritora y cuentacuentos apasionada, graduada en Literatura Comparada, que ha dedicado gran parte de su vida a explorar diferentes formas de narrativa y poesía, lo que ha enriquecido su estilo de escritura y narración. Como cuentacuentos, ha participado en numerosos festivales locales y talleres en bibliotecas, donde su calidez y habilidad para conectar con el público la han convertido en una figura querida y respetada. Además de su trabajo como cuentacuentos, Lucía es una colaboradora habitual en revistas literarias y blogs, y actualmente está trabajando en su primer libro de cuentos.

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