Susurros tras la puerta cerrada

Susurros tras la puerta cerrada

En un tranquilo pueblo de la sierra, donde las casas se cobijan bajo el manto de niebla cada madrugada, vivían Valeria y Sergio. Ella, una bióloga apasionada y soñadora, se ocupaba del pequeño museo de historia natural del pueblo, mientras que él, un escritor de relatos costumbristas, encontraba en esos parajes el refugio perfecto para su creatividad. La rutina de ambos se desarrollaba entre paseos por bosques vestidos de musgo y la tierna compañía de su gato, Nerón.

Una noche, mientras la pareja reposaba frente al fuego crepitante de la chimenea, un perturbador ruido se filtró por las rendijas de la vieja casa colonial que habían decidido llamar hogar. Eran susurros, ligeros como el aliento del viento, pero inconfundiblemente humanos. Sergio levantó una ceja, intrigado, y Valeria sintió un cosquilleo de inquietud en la nuca.

El Misterio de los Susurros

"¿Lo oyes, Sergio? Son susurros", murmuró Valeria. "Parecen venir de la biblioteca". Llevados por una mezcla de temor y curiosidad, se dirigieron hacia la puerta cerrada. Al abrirla, el silencio los envolvió nuevamente. La habitación parecía intacta, cada libro y cada objeto en su meticuloso lugar. Sin embargo, algo había cambiado. Un libro descollaba sobre el sofá, como si alguien acabara de soltarlo con prisa.

Con cautela, Sergio se acercó al ejemplar. "Es un viejo diario", anunció con sorpresa. La fecha en la primera página señalaba el año 1857 y pertenecía a un tal Alejandro, bisabuelo de Valeria. Las entradas describían con detalle la vida de aquellos tiempos y lo que parecía ser una investigación sobre raras criaturas que habitaban el valle.

La lectura los llevó hasta altas horas de la madrugada. Cada página del diario aumentaba el misterio, hablando de un hallazgo sin precedentes; una especie de criatura semejante a los mitos de dragones que Alejandro y otros valientes habían conseguido atrapar en las profundidades de las cuevas cercanas. "Lo llamamos Drakon, y parece ser el último de su especie", rezaba una de las entradas.

La Búsqueda

Valeria no podía creerlo. "Podría ser un descubrimiento revolucionario para la biología", exclamó. Sergio, aunque escéptico, no pudo negar el halo de misterio y emoción que envolvía la idea. Decidieron buscar aquella cueva, situada según el diario, detrás de la cascada que se escabullía entre los altos pinos.

Equipados con linternas y equipo de escalada, partieron al amanecer. El sol apenas se asomaba cuando llegaron al velo de agua susurrante. Tras él, una boca oscura los esperaba. "Aquí es", dijo Valeria con determinación. La caverna devolvía ecos, y de nuevo, entre los sonidos de la cascada, surgieron susurros que los empujaron hacia adentro.

Recorrieron pasadizos angostos y cámaras amplias, admirando formaciones naturales y vestigios olvidados de alguna expedición pasada. Tras horas de exploración, llegaron a una sala sepulcral. En su centro, protegido por un círculo de rocas, yacía un huevo gigantesco, incrustado de cristales. La leyenda parecía ser real y respiraba frente a ellos. "Es un huevo de Drakon", susurró Valeria, su corazón latiendo con fuerza.

El Despertar

Sergio extendió una mano hacia el huevo y, en ese instante, este comenzó a resquebrajarse. Los dos retrocedieron, expectantes, mientras de la cáscara emergía una criatura con escamas verdes y ojos dorados. El pequeño Drakon les miró con curiosidad, como si de alguna forma los reconociera.

"No es posible", atinó a decir Sergio, cautivado por aquel ser de otro tiempo. Valeria se encontraba igualmente fascinada. "No solo es posible, es un milagro". Acercándose lentamente, tendió su mano hacia la criatura, que inspeccionó con un soplido tibio antes de frotar su cabeza contra la palma de ella.

El Drakon, al que decidieron llamar Alejandro en honor al bisabuelo, los guió hacia un pasadizo secreto. De pronto, sintieron un fresco aire de libertad. La salida revelaba un valle escondido, un paraíso perdido donde otras criaturas como Alejandro vivían en paz.

El Secreto del Valle

"Es increíble", dijo Sergio, mientras miraban al grupo de Drakones revoloteando entre las cascadas y acantilados. "Podríamos documentar todo esto, compartirlo con el mundo". Valeria, sin embargo, negó con la cabeza. "Este lugar y sus criaturas deben permanecer secretos. Es nuestro deber protegerlos".

El pequeño Alejandro los acompañó de regreso a la entrada de la cueva y, con una mirada de agradecimiento, les indicó que era hora de partir. Al salir, los susurros cesaron. Valeria y Sergio entendieron que más que simples sonidos, habían sido una invitación y una confianza. El misterio de los susurros había sido revelado y ahora compartían el sagrado deber de guardar el secreto de aquel último reducto de la era de los dinosaurios.

El Cambio

La vida en el pueblo siguió su curso, pero ellos habían cambiado. Nerón parecía ser el único testigo de sus susurros compartidos al oído, de aquellas noches en que la luna los llamaba hacia el bosque, hacia la cascada y la promesa de aquel pacto silencioso.

Valeria transformó el museo, incluyendo misteriosas exhibiciones que insinuaban maravillas ocultas, mientras que las historias de Sergio cobraron una nueva profundidad, narrando la eterna danza entre lo conocido y lo indescifrable. Abrazaron su rol como guardianes, y el amor entre ellos y hacia su secreto floreció con nueva fuerza.

Y así, entre susurros y secretos, encontraron armonía. El misterio se convirtió en ley del corazón, y el terror en el que una vez se envolvieron, ahora era el más dulce de los refugios.

Reflexiones sobre el cuento "Susurros tras la puerta cerrada"

Este relato ha sido una travesía hacia la expectación y asombro que residen en lo desconocido. A través de los ojos de Valeria y Sergio, dos almas aventureras, hemos redescubierto la maravilla de conservar los secretos de la Tierra y la importancia de preservar su belleza incólume. La invitación es clara: encontrar en nuestras propias vidas esa puerta cerrada, repleta de susurros, que nos aguarde con promesas de descubrimientos y cambie nuestra forma de ver el mundo y a nosotros mismos.

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Lucía Quiles López

Lucía Quiles López es una escritora y cuentacuentos apasionada, graduada en Literatura Comparada, que ha dedicado gran parte de su vida a explorar diferentes formas de narrativa y poesía, lo que ha enriquecido su estilo de escritura y narración. Como cuentacuentos, ha participado en numerosos festivales locales y talleres en bibliotecas, donde su calidez y habilidad para conectar con el público la han convertido en una figura querida y respetada. Además de su trabajo como cuentacuentos, Lucía es una colaboradora habitual en revistas literarias y blogs, y actualmente está trabajando en su primer libro de cuentos.

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